que congelan y atenazan los silencios.
Un llanto lento resbala frío
acariciando pequeñas nostalgias,
heridas inexistentes de imaginados agravios
de cicatrices blancas que nunca cierran
Y el pecho lleno de galopes silenciosos,
agitado por presencias intuidas
en mañanas diáfanas de invierno,
ignora llamadas quedas de cristal,
que buscan regresar desde el pasado.
Me paseo por pasillos de mil puertas,
saturados de presencias transparentes,
ebrias de historias no pedidas
que gritan sus mudos reproches
y se miran en espejos empañados,
Me escondo en recovecos inventados,
y me encojo afectando indiferencia
Pero cuando la sombra del olvido
toca leve mi cabeza.
¡como duele tanta soledad¡
3 comentarios:
Uf, los tres últimos versos me han puesto los pelos de punta, Julia.
Muy bonito todo el poema, muy sugerente y con ese toque final que remueve hasta lo más hondo.
Gracias, guapa, y un besazo.
¡Precioso, Julia! Como dice Lola, sobrecogedor.
wowww que manera de tocar el alma
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